México: Perspectivas para el sector petrolero

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El descenso en la producción ha sido un rasgo importante de la industria petrolera mexicana durante la mayor parte de la década pasada, si bien algunas señales sugieren que el 2012 podría ser el primer año desde el 2004 en el cual dicha tendencia a la baja se vería revertida. Petróleos Mexicanos (PEMEX), la petrolera estatal, produjo un promedio de 2.54 millones de barriles por día (bpd) durante los primeros nueve meses de 2012. De acuerdo con Carlos Morales, director general de producción y exploración de PEMEX, se prevé que la producción crezca hasta los 2.6 millones de bpd para diciembre como resultado del aumento en las perforaciones. De darse tal situación, PEMEX podría al menos detener el descenso en la producción.

Durante el 2011, México produjo el 3.6% del petróleo mundial, según la revista de la British Petroleum, World Energy, del mes de junio. La información proveniente de PEMEX indica que en el 2011 se produjeron en promedio 2.55 millones bpd, lo que representa una caída del 1% con respecto al 2010, cuya producción fue de 2.58 millones bpd en promedio. Esta caída significó una continuación en la tendencia bajista de la producción que inició en 2004, cuando la producción de petróleo alcanzó un máximo de 3.4 millones de bpd.

Por el momento, México se mantiene como el mayor productor de petróleo de América Latina, por delante de Venezuela y Brasil, según la British Petroleum. No obstante, de continuar las tendencias actuales, cualquiera de los dos países mencionados podría sobrepasarlo en el medio o largo plazo. Brasil ha incrementado su promedio de producción diaria, creciendo desde 1.54 millones de bpd en el 2004 hasta 2.19 millones de bpd durante el 2011. Por su parte, Venezuela ha venido luchando contra un descenso en la producción en el corto plazo.

Mientras la producción disminuye, el consumo interno de petróleo ha aumentado de manera constante, alcanzando así 2.03 millones de bpd en 2011, llevando de este modo a algunos analistas a anticipar que México se convertirá e un importador neto de petróleo en el medio y largo plazo, de no contar con la suficiente inversión en exploración y la apertura de nuevos campos petroleros. De hecho, las reservas conocidas de petróleo han caído en manera drástica durante las últimas dos décadas, pasando de 50.9 mil millones de barriles en 1990 a solo 11.4 mil millones de barriles hacia finales del 2011, según un estudio de BP.

Por otra parte, las reservas de producción de México se sitúan ahora en 10.6 mil millones de barriles, las segundas más bajas de América Latina, superadas solo por Colombia. Esto se debe en parte a la creciente dependencia de los grandes y envejecidos campos petroleros, tales como el campo Catarell, así como a una inversión insuficiente para la exploración de nuevos depósitos.

PEMEX, además, se ha visto obstaculizada por el hecho de que uno de sus mayores descubrimientos, la Cuenca de Chicontepec, consta de muchos depósitos, pero pequeños y muy dispersos a lo largo de un vasto territorio. Como resultado de lo anterior, hasta ahora dicho hallazgo no ha podido ser aprovechado de manera significativa. La cuenca, que contiene alrededor del 40% de las reservas mexicanas, produce actualmente cerca de 70.000 bpd a pesar de una inversión considerable, si bien PEMEX planea incrementar su producción a 300.000 bpd para el 2018.

La industria petrolera mexicana es, y ha sido desde 1938, controlada por PEMEX, pues el derecho constitucional de este país prohíbe a las compañías de carácter privado obtener algún tipo de derecho de propiedad sobre los yacimientos petroleros. Sin embargo, pequeñas reformas recientes han hecho posible que firmas petroleras internacionales presenten sus ofertas para contratos de operación con PEMEX. Hasta el momento, dos rondas de licitaciones han tenido lugar y ocho contratos han sido otorgados. Una tercera ronda de licitaciones se espera sea ejecutada en julio de 2013, cuando se prevé seis bloques de la Cuenca de Chicontepec sean otorgados a petroleras privadas. Se ha dicho que los seis bloques requieren de una inversión de US$1.4 mil millones, entre 2012 y 2016.

Una mayor participación del sector privado representa ciertamente un giro hacia un mercado más liberalizado. No obstante, no será fácil para PEMEX revertir la producción hacia sus niveles máximos, en tanto que no se ofrezca a las compañías privadas una oportunidad en la propiedad, que, al tiempo que posibilite un crecimiento en la inversión en exploración, permita la adquisición de tecnologías para la extracción petróleo en yacimientos difíciles.

Una mayor liberalización de la industria ha sido objeto de acalorados debates durante años recientes, y fue un tema de importancia durante las elecciones presidenciales en julio. El nuevo presidente del país, Enrique Peña Nieto, se posesionará en el mes de diciembre, no sin antes haber dejado en claro que la reforma a la industria petrolera es un asunto importante en su agenda.

El nuevo modelo de asociación conjunta entre PEMEX y el sector privado probablemente ayudará a la petrolera estatal a incrementar la producción de sus yacimientos geológicamente “complicados”. La posibilidad de introducir un mecanismo que permita a las compañías privadas compartir la cosecha de los beneficios de los nuevos descubrimientos no ha sido completamente descartada, a pesar de que cualquier reforma similar planteada por el presidente entrante requeriría del apoyo de las dos terceras partes del congreso y de la mayoría del legislativo, para que se diese una enmienda constitucional. Mucho de lo anterior dependerá por tanto de la capacidad de la administración entrante para negociar con los grupos de la oposición, una tarea difícil, aunque necesaria, si el país realmente desea detener el descenso en su producción.

 

Mexico: Private sector oil prospects

Declining production has been a feature of the Mexican oil industry for the better part of the past decade, though signs suggest 2012 could be the first year since 2004 to reverse the downward trend. Petróleos Mexicanos (PEMEX), the state-owned oil firm, produced an average of 2.54m barrels per day (bpd) in the first nine months of 2012. According to Carlos Morales, director-general of production and exploration at PEMEX, production is set to increase to 2.6m bpd by December as a result of increased drilling. If the predicted increase occurs, PEMEX could at the very least halt the recent decline in production.

In 2011, Mexico produced 3.6% of the world’s oil, according to BP’s Statistical View of World Energy, released in June. Data from PEMEX indicates production averaged 2.55m bpd in 2011, representing a 1% decrease of 2010’s total of 2.58m bpd. However, it also represented a continuation of the falling production trend dating back to 2004 when oil production peaked at 3.4m bpd.

For the moment, Mexico remains Latin America’s largest oil producer, ahead of both Venezuela and Brazil, according to BP, though if current trends continue, it could be overtaken by either country in the medium-to-long term. Brazil increased its average daily production from 1.54m bpd in 2004 to 2.19m bpd in 2011. Meanwhile, Venezuela has been combating a short-term decline in production.

As production decreases, domestic consumption of oil has steadily risen, reaching 2.03m bpd in 2011, leading some analysts to suggest Mexico will become a net importer of oil in the medium to long term without sufficient investment in exploration and the opening of new fields. Indeed, proven oil reserves have drastically fallen over the past two decades, from 50.9bn barrels in 1990 to just 11.4bn barrels at the end of 2011, according to BP’s study.

Furthermore, Mexico’s reserve-to-production ratio now stands at 10.6 and is the second lowest in Latin America, with only Colombia trailing. This is in part due to a reliance on increasing output from large, ageing fields, such as the Cantarell oil field, and insufficient investment for the exploration of new deposits.

PEMEX has also been hindered by the fact that one of its largest discoveries, the Chicontepec Basin, consists of many small deposits scattered over vast territory. As a result, it has thus far not been able to significantly capitalise on the find. Indeed, Chicontepec has become symptomatic of the company’s recent struggle to reverse its decline in production. The basin, which holds some 40% of Mexico’s reserves, currently produces around just 70,000 bpd, despite significant investment, though PEMEX is seeking to increase output to 300,000 bpd by 2018.

Mexico’s oil industry is, and has been since 1938, controlled by PEMEX, as constitutional law prevents private companies from obtaining ownership rights to oil deposits. However, small reforms have recently allowed private international oil firms to bid for operating contracts with PEMEX. Thus far, two bidding rounds have taken place and eight contracts have been awarded. A third round of tenders is expected in July 2013 when six blocks of the Chicontepec Basin will be awarded to private oil firms. The six blocks are said to require an investment of $1.4bn between 2012 and 2016.

Further involvement of the private sector certainly represents a shift toward a more liberalised market. Nevertheless, without offering private companies a stake in ownership, increasing investment in exploration and acquiring technologies capable of extracting oil from tricky deposits, PEMEX will have a difficult time reversing production to peak levels.

Wider liberalisation of the industry has indeed been hotly debated in recent years and was an important theme in the presidential election in July. The country’s incoming president, Enrique Peña Nieto, will take office this December having made clear that the reformation of the oil industry is an important aspect of his agenda.

The likely new model will allow joint ventures between PEMEX and the private sector, helping PEMEX to increase output from its geologically “difficult” deposits. The possibility of a mechanism to allow for private companies to share in reaping the benefits of new discoveries has also not been completely disregarded, though any such reform from the incoming president will require the support of two-thirds of congress and the majority of state legislators to amend the constitution. As such, much will depend on the incoming administration’s ability to negotiate with opposition groups, a difficult – but necessary – task if the country is to stem the tide of its declining production.

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