Perú: Inversiones aseguradas para la minería

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De la mano del incremento en los precios de las materias primas internacionales, las exportaciones minerales peruanas están creciendo rápidamente, reafirmando el papel clave designado a la industria minera como líder del desarrollo económico del país.

Perú contiene una diversidad de depósitos minerales, principalmente cobre y oro, que, junto con la plata, zinc, plomo, hierro, y estaño, conforman el 60% de las exportaciones totales actuales.

En estos últimos años, las exportaciones minerales del país han aumentado considerablemente, pasando de $3.200 millones en 2000 a $21.700 millones en 2010, a medida que los proyectos mineros en Perú ganan velocidad. Gran parte del país continúa sin ser explorada, lo cual es conveniente para futuros proyectos, con sólo 11,5% de territorio, equivalente a 14,8 millones de ha, reservados para exploración por parte de concesiones mineras existentes.

Un informe preparado por Metal Economics Group, compañía internacional de investigación minera, muestra que el presupuesto de exploración peruano en 2011 obtuvo el quinto lugar a nivel mundial, después de Canadá, que encabezó la lista, Australia, Estados Unidos y México.

La industria minera está lista para una mayor expansión, y el Ministerio de Energía y Minas (MEM) espera que se reciba aproximadamente $51.500 millones en un total de 46 proyectos de exploración y explotación. Sin embargo, mientras el sector se prepara para un aumento de actividad, aún quedan dudas sobre cómo enfrentará el país el problema de los conflictos sociales y los proyectos de exploración informal que continúan dañando la industria, llevando a olas de violencia que en estos últimos años han cobrado más de 100 víctimas mortales.

Las cifras sugieren que existen 200 disputas ambientales pendientes relacionadas con las operaciones mineras en Perú que han afectado a algunos de los proyectos clave del país, incluyendo a la mayor iniciativa minera, el proyecto aurífero y cuprífero de Minas Conga, propiedad de Newmont Mining, valorizado en $4.800 millones.

El gobierno decidió suspender el proyecto en noviembre de 2011 tras protestas sobre fuentes de agua locales, y ordenó que se realizara un estudio de su evaluación de impacto ambiental por parte de peritos internacionales independientes.

El 18 de abril, en una declaración a la prensa local, un consultor y co-autor del estudio, Rafael Fernández, dejó en claro que consideraba que se podía mejorar el plan, indicando: “No existe el impacto cero, el proyecto requiere mejoras substanciales”. El informe será publicado y estudiado por los ministerios implicados antes de que el gobierno tome la decisión final sobre el futuro del proyecto.

Las operaciones de minería ilegal, que constituyen un gran negocio en Perú, también son un importante desafío para el gobierno; su práctica está en aumento en vista de los mayores precios del oro, limitadas oportunidades económicas en las áreas rurales, y el atractivo de los importantes depósitos de oro en regiones remotas y difíciles de controlar. La Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE) estima que las operaciones significarán $1000 millones de dólares de entradas anuales y darán trabajo a unas 100.000 personas.

No es una sorpresa, pues, que la apuesta del gobierno por imponer medidas enérgicas contra las actividades mineras de exploración informal haya sido recibida con una fuerte resistencia. Las protestas realizadas en marzo, donde los manifestantes apoyaban las actividades en la región de Madre de Dios, en el sureste del país, se tornaron violentas y resultaron en tres muertos y más de 30 heridos.

Además de tomar medidas contra las actividades ilegales, el gobierno y el sector minero también están tomando acciones para mejorar la reputación y prácticas de la industria analizando el impacto de la minería sobre las comunidades locales y el medioambiente.

Poco después de asumir el mando, el presidente Ollanta Humala renegoció las regalías mineras con el sector privado para incrementar la participación anual del gobierno en las ganancias de la industria por un monto estimado en $450 millones, la mayor parte del cual se utilizará para financiar programas sociales en la sierra andina, donde los sentimientos contra la minería son intensos.

El nuevo gobierno también presentó la “ley de consulta previa”, una nueva ley que busca proteger a las comunidades indígenas y les da derecho de aceptar proyectos en sus tierras.

Tendrá que transcurrir un tiempo antes de que se sienta el impacto de la nueva ley, que cumple con el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT); más aún, incluso en sus primeras etapas, esta ley está produciendo reacciones mixtas. El gobierno espera que, con el tiempo, esta implementación protegerá a la increíblemente importante industria minera del Perú, permitiéndole al mismo tiempo prosperar y beneficiar a su pueblo.

 

Peru: Mining earmarked for investment

Buoyed by an increase in international commodity prices, Peru’s mineral exports are rising rapidly, reaffirming the key role earmarked for the mining industry in spearheading the country’s economic development.

Peru is home to a diverse range of mineral deposits, led by copper and gold, which, together with silver, zinc, lead, iron and tin, make up 60% of current total exports.

The country’s mineral exports have risen dramatically in recent years, from $3.2bn in 2000 to $21.7bn in 2010, as Peru’s mining projects gather pace. Much of the country also remains largely unexplored, boding well for future ventures, with just 11.5% of territory totalling 14.8m ha set aside for exploration under existing mining concessions.

A report compiled by the global mining research firm Metal Economics Group shows that Peru’s 2011 exploration budget ranked fifth globally, behind Canada, which topped the list, Australia, the US and Mexico.

The mining industry now stands poised for further expansion, with the Ministry of Energy and Mines (MEM) expecting around $51.5bn to be pumped into a total of 46 exploration and exploitation projects. But while the sector is bracing itself for heightened activity, questions still remain about how the country will address the problem of social conflicts and “wildcat”, illegal projects that continue to damage the industry, leading to waves of violence in recent years and resulting in more than 100 fatalities.

Figures suggest there are around 200 ongoing environmental disputes linked to Peru’s mining operations that have disrupted some of the country’s key ventures, including its largest mining initiative, Newmont Mining’s $4.8bn Minas Conga gold and copper project.

The government decided to suspend the project in November 2011 over protests about local water supplies and ordered a study of its environmental impact assessment to be carried out by international, independent experts.

Speaking to the local press on April 18, a consultant and co-author of the study, Rafael Fernandez, made it clear he believed the plan could be improved, saying, “There’s no such thing as zero impact, the project requires substantive improvements”. The report will be made public and studied by the ministries involved before the government makes a final decision on the project’s fate.

Illegal mining operations, which spell big business in Peru, also pose a major challenge for the government, with practices flourishing on the back of soaring gold prices, limited economic opportunities in rural areas and the attraction of significant gold deposits in difficult to control, remote regions. The National Society of Mining, Petroleum and Energy (SNMPE) estimates that operations bring in $1bn annually and employ around 100,000 people.

Unsurprisingly, the government’s bid to impose crackdowns on illegal and informal wildcat mining activities has been met with huge resistance. Protests held in March, where campaigners were rallying in favour of activities in the southeastern Madre de Dios region, spilled over into violence that left three dead and more than 30 wounded.

As well as clamping down on illegal activities, the government and the mining sector itself are also taking steps to improve the industry’s reputation and practices by looking at mining’s impact on local communities and the environment.

Shortly after entering office, President Ollanta Humala renegotiated mining royalties with the private sector to increase the government’s annual take from the industry by an estimated $450m, most of which will go towards funding social programmes in the Andean highlands, where anti-mining sentiments are strongest.

The new administration also introduced “La ley de consulta previa”, a new law aimed at protecting indigenous communities and giving them rights of consent to projects on their land.

It will take time for the impact of the new law, which complies with the International Labour Organization (ILO) Convention 169, to be felt, although even in its early stages it is producing mixed reactions. The government will be hoping that over time, its implementation will safeguard Peru’s hugely important mining industry while allowing it to prosper and benefit its people.

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